El
hombre vuelve una y otra vez a cometer los mismísimos errores
del pasado que lo
trajeron al sitio donde está anclado.
Dedica
las mismas largas horas a eso de socializar con los
demás para no mirar hacia dentro e, irremediablemente,
encontrarse con su realidad.
Padece
insomnios, jaquecas, mareos, ansiedades y agotamientos
varios, pero no desiste
en la búsqueda del sí mismo y del otro.
Destruye,
desarma, desanda… juzga, se justifica tontamente,
construye escudos invisibles, arremete contra todo lo que pueda
esgrimiendo sus penosas armas… busca
resultados…
La situación
lo azota bruscamente una y otra vez, devolviéndolo
a eso que el cree real, lo
mejor, y más tangible que su propia
existencia.
Venerando
y admirando las inteligencias de su
mundo cuasi
ficticio, creado exprofeso para huir, sistemáticamente, cada tres
horas reloj, de eso que él llama un invento…
Sonríe,
escapa, canta, sueña… es feliz a su manera…, pero
detrás de lo vano se su vida una mirada opaca, lejana e
imperceptible,
una vida, un corazón que ya no late,
lo
acompañan en la búsqueda…
El
hombre irreflexivo es el único animal que,
por gusto,
vuelve a cometer los mismísimos errores del pasado…
y no se
arrepiente de eso…
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