Las personas no
cambian de vida porque dejen de
fumar, de jugar, de comer o de salir,
o porque son o no “capaces de…”
Las personas mutan
realmente cuando el cambio se ve,
cuando viene desde
adentro, cuando ese cambio se puede sostener
con actos válidos que lo demuestran…
Las personas cambian
cuando el dolor las ha doblado lo suficiente,
como para darse
cuenta que si no mudaban de aires
su vida se
transformaría en caos total…
La mutación se
apodera del ser si este deja su piel vieja
por la que brilla
debajo y pugna por asomar…
Entonces las mudanzas
son profundos ajetreos del alma,
que lucha consigo
misma por alcanzar aquello que deseó
desde lo insondable del tiempo mismo…
Las transformaciones
alcanzan logros desmesurados
cuando estamos
convencidos
de lo que estamos
viviendo como cambio…
Entonces…, no midas
con tu vara si he cambiado o no,
no determines el
cambio si hago o no tal o cual cosa,
no condiciones, ni malentiendas,
ni justifiques, ni
critiques…
Porque al final de
los tiempos los trueques del alma
nos serán negados
y el corazón volverá
a padecerlo…
Sería algo así como:
“El zorro pierde el pelo pero no las mañas…”
Pero si hablamos de
cambios…
“Las personas cambian cuando pierden el pelo y las mañas…”